viernes, 24 de septiembre de 2021

Madre anoche en las trincheras

 La parte de su fusil que tocaba su cara le hacía sentir como sí su mandíbula estuviese adormecida por el frio y eso que entre su piel y el acero había un trozo de lana. El olor penetrante a grasa, acero y pólvora propio de las armas de fuego, le resultaba agradable.

Estaba sentado sobre una caja de munición vacía cerca de la lumbre que chisporroteaba y dibujaba sombras y luces en la trinchera, mirando al puchero a ver si hervía de una vez para poder tomar otro tazón de eso a lo que todos llamaban café. Su mirada a cada instante se nublaba por las lágrimas que le producía el frio. 

Esa noche todo estaba tranquilo, alguna bala perdida a la que ni se le prestaba atención, amenizada por las coplas flamencas y desgarradas del "Cabrero", ...todas hablaban del duro trabajo en el campo, del poder y la justicia, del amor por encima de lo material. Recordaba, Pedro, cuando aquel miembro de la Compañía Lincoln les decía en un español primario: "Esa musico,....está parecida a sing, of grandmother"... gracias a George, un inglés, que actuaba de traductor, que les explicó que Washington, se refería a unas canciones que contaban historias de esclavos y que se conocía como Blues, curiosa analogía, pensó Pedro, aunque su decepción de todo, no le invito a compartir su pensamiento con aquel chico "moreno" que enterraron a la orilla del Jarama...

Con la mano entumecida por el frio, se abrió el bolsillo de la chaqueta y sacó, el papel apergaminado, que por la mañana había recogido junto con los objetos personales de Manuel. Que no había muerto ni por una bayoneta, ni por una granada...ni siquiera por una bala perdida...Manuel se había muerto de frio...su gesto recordaba al de un pajarito dormido. Manuel había estado junto a él, desde los comienzos de esta maldita guerra, eran amigos desde pequeños y conocía perfectamente a sus padres, la señora Otilia y el señor Doroteo que tenían una panadería al lado de la lechería y Manuel siempre compartía su merienda con él. 

El viento aullaba bramidos que llenaban la trinchera de nieve y que incluso le cubrían a él de trocitos de escarcha que acababan deshaciéndose y convirtiéndose en gotas de agua al contacto de su ropa.

Por enésima vez ese día, volvía a releer esa carta destinada a los padres de Manuel, la carta que el día antes de morir su amigo, les había escrito, como siempre, contándoles lo bien que comían, que aunque en este dichoso Teruel hacía mucho frio, que ellos estaban bien, tenían ropa de abrigo y leña y que tampoco era para tanto...a todo se hace uno...que tuviesen esperanza, que las potencias europeas estaban a punto de intervenir, que era cuestión de tiempo que se volviesen a ver y que acabase esta maldita guerra...mentiras piadosas, que sin duda Manuel pensaba que a su madre le ayudarían a estar mejor...

En este punto Pedro, tuvo que parar de leer y limpiarse los ojos de lágrimas, cuando después de frotarse los ojos cogió el tazón que le ofrecía Juan Matías, que mirándole a los ojos endurecía el gesto y no dijo nada.

El primer sorbo debería de haberle hecho rechazar aquel caldo oscuro, pero tenía los labios tan insensibles que solo sintió el calor cuando ya el "café" estaba en su boca, sintió como se le abrasaba la garganta, pero la sensación de calor era tan placentera que siguió bebiendo a sorbos de gorrión...tratando de disfrutar la sensación confortable que notó que le ascendía el ánimo...

Una vez ingirió como un tercio de su tazón se reclino hacia atrás apoyando la "chepa" en el talud de la trinchera quedando su cabeza como inerte...fue cuando se trasladó a la verbena de San juan de 1.936, en la que se hicieron novios, que guapa estaba con su vestido de lunares...esa noche en la que bailando con la orquesta, prometieron no olvidarse,...no saber nada de ella, desde que empezó todo esto, le atormentaba, la idea de que ella pudiera estar sintiendo frio, pasando hambre...o que hubiese quedado debajo de los escombros de algún bombardeo...le producía una sensación de rabia que ya había logrado controlar...aunque fuese como una gota de hierro fundido goteando sobre su pie descalzo.

De repente, se sorprendió mirando a las estrellas que, aunque la luna llena aplacaba su brillo se notaba el fulgor que emitían por el efecto del frio...busco su estrella, la que esa noche se prometieron y se dieron como su lugar común, el sitio donde siempre que la mirasen estarían los dos, en otro mundo...pero a su lado...

La visión de la luna llena le trajo a su memoria el dicho de Suso: " La nieve de la luna de octubre, siete lunas cubren"...sentido que no comprendió hasta que comprobó por sí mismo que fuera de Madrid y hacia el norte, nieva y nieva más de una vez al mes y que siempre coinciden temporales con la luna llena. Suso era un soriano que llevaba desde que empezó la guerra sin ir por su pueblo, que había quedado en la otra zona. Era primario y franco en sus expresiones, fiel y buen amigo, siempre compartía el tabaco o lo que fuese capaz de cazar, era un experto tirador, ya que en su pueblo salir a tirarle a un ciervo o a un corzo en las tierras del marqués, era casi una obligación.

El ya no pensaba en ganar esta guerra, solo quería que terminase y si ganaban ellos, marcharse lejos, a Estados Unidos por lo menos, lejos, muy lejos...de esta tierra sin perdón, que como les leía el maestro en la escuela, decía Antonio Machado: " ..., por donde cruza errante, la sombra de Caín". 

Ya ni siquiera tenía claro que Francia e Inglaterra fuesen a intervenir, hacía tiempo que se habían puesto de perfil para no ofender a Hitler y con suerte este les ignorase y les dejase fuera de sus planes...

Un periodista americano borracho como una cuba, hace unas noches en la taberna  lo definió en un correcto español: "Francia  e Inglaterra incluso USA, deberían de preguntarse por quién doblan las campanas..., sin duda las campanas doblan por ellos...son los siguientes..."...este tal Ernest, era por lo visto un conocido escritor en su país pero decepcionado y convencido de que el hombre es malo para el hombre, el creía en el género humano, pero que todo lo estropean las leyes y la codicia que también son muy humanas...quizás este análisis tan simple y que a la vez simplificaba todo a que no había solución, le empujaban a beber hasta caerse desplomado, a no pensar en mañana...

No obstante a Pedro, le gustaba pasar ratos con él, aunque siempre llevaba a su alrededor una cohorte de palmeros, que cantaban, reían, bebían y adulaban al son de los dólares...Pedro, tenía la certeza de que Ernest distinguía el interés sincero sin ningún tipo de motivación material, a Pedro le gustaba escuchar las cada vez más escasas reflexiones filosóficas que el "yanqui" hacia entre trago y copla...la última vez que se vieron, hace cuatro noches se despidieron tambaleándose al son de los vapores del alcohol, abrazándose y prometiéndose asistir juntos a San Fermín, cuando todo esto acabase...y hubiesen ahorcado a los generales...my friend, my brother, fue lo último que escucho de Ernest...después se separaron en direcciones contrarias....a los 10 metros Ernest se giró hacia Pedro...gritando su nombre levantando el puño izquierdo en alto y abrazando a una de las muchachas con el otro...los dos sonrieron se giraron, continuando cada uno en su dirección...

A Pedro se le planteaba un dilema, enviarles o no a los padres de Manuel, su última carta, si lo iba hacer tenía que hacerlo antes de que les llegase la noticia de su muerte, si contarles como había muerto Manuel o dejarlo estar, con el estilo epistolar que recibirían sus padres, atribuyendo a Manuel cualidades sin igual en el fiero combate...Pedro sabía que si los padres de Manuel descubrían  que había muerto congelado, la noticia seria aún más desgarradora, si cabe...

Lo más duro, era lo que relataba Manuel a su madre, hecho que sucedió hacia tres noches y que sin duda perturbó la mente de este y quizás le hizo entrar en estado inerte durante su guardia...y morirse helado. 

Relataba Manuel, que, estando de guardia, hubo una de las múltiples escaramuzas que hacían ellos y los otros, con objeto de hacer escuchas de trinchera a trinchera, fue la noche antes de la nevada, la noche estaba cerrada y no había tanta luz como hoy que se refleja la luna en la nieve y parece que han iluminado la tierra con un color que por un momento hace pensar que nadie quiere matar a nadie, que todo es mentira...que no puede ser...proseguía Manuel, de repente me percate de que había un bulto sospechoso a pocos metros de mí, pedí el santo y seña y cuando el otro se vio acosado, su reacción fue atacarle con la bayoneta calada, en ese momento, Manuel que ya lo tenía encañonado...disparo...la noche se ilumino y con ella el rostro de aquel infeliz...¿sabe madre a quien mate?...era mi amigo José, compañero de la escuela...con quien tanto yo jugué...