viernes, 31 de mayo de 2019

520 horas


Como cada mañana, tras su tonificante paseo matutino por el astillero, Manuel recogió el correo antes de volver a casa. Tras años pateando aquella zona debido a su trabajo, ahora que ya se había retirado, no podía evitar volver a ella diariamente, porque al fin y al cabo, su trabajo había sido también su pasión, y de las pasiones y los amores uno no se jubila nunca.

Doce años habían pasado ya, desde aquella fiesta de despedida, en la que sus jefes, compañeros de trabajo e incluso clientes, habían agradecido el buen saber hacer y estar, y habían despedido al que con el paso de los años se había convertido en un buen amigo para muchos.

Carmen, su mujer, le estaría esperando con el desayuno preparado, para coger fuerzas, y volver a salir, esta vez con ella del brazo, a andar un rato antes de que el sol picase demasiado por el paseo marítimo.

En breve celebrarían sus bodas de oro. Cómo pasa el tiempo, pensó, parece que fue ayer cuando la observaba por las calles del barrio, cuando se reunía con sus amigas. Sonrió al recordar aquella época, en la que el y sus amigos, aún adolescentes, jugaban a ser hombres compartiendo un pitillo, hablado con entusiasmo de su futuro, de lo que iban a estudiar, de lo que querían llegar a ser, de las muchachas que les volvían locos...

Sí, aquella muchacha morena había conquistado su corazón desde muy pronto, y no perdía ocasión de acercarse a su grupo y arrimarse a ella para estar a su lado siempre que podía. Con el tiempo, ella le confesó que al principio había pensado: "este chico, qué pesado es... aparece por todas partes, que querrá..." Hasta que llegado su tiempo, el velo de la inocencia acabó cayendo como una hoja de otoño, y para ella se hizo patente lo que quería.

Entonces comenzó a rondarla, pero en aquella época las cosas se hacían como el cocido de la abuela, a fuego lento, para que fueran cogiendo gusto y sustancia poco a poco.
El asedio duró años, durante los cuales, ella seguía asistiendo a sus clase en el colegio, hasta que en un momento dado se puso a trabajar en una tienda de deportes. Él mientras tanto, estudiaba y se preparaba, tenía que poder ofrecerle un buen futuro a aquella perla, si quería que fuese suya, y entre las clases en la Universidad, y las horas de estudio en la biblioteca, siempre encontraba el hueco para ir a su casa, acompañando al novio de la hermana mayor, para poder verla aunque fuera en presencia de toda su familia.

Al principio, como no era nadie todavía, no le dejaban pasar, así que esperaba horas y horas en el portal, porque no le permitían subir a verla. No todas seguidas, claro... una hora cada día, porque los asedios son así, una cuestión de tiempo. Los gana el que persevera e insiste, apostado a la entrada de la fortaleza, sin variar un ápice su posición, bajo la lluvia, el gélido viento, o el abrasador sol en verano.

La madre de ella observaba... y cuando el novio oficial de su hermana bajaba de la casa, le enviaba algún dulce. Era su forma de recompensar su fidelidad. El chico se lo merece, pensaba...podría haberse ido a dar una vuelta, pero se mantiene firme en su posición para demostrar su interés. Este chico le conviene a mi niña. Se ve que tiene las cosas muy claras y sabe luchar por lo que quiere. Será de los que cuando arrecien las tormentas sabrá mantener firme el timón. Esas cosas, solo las madres saben verlas. ¡Y además está estudiando para ingeniero!

Qué tiempos aquellos, pensó Manuel... y entró en casa para desayunar de nuevo con su esposa. Mientras remataba el tentempié abrió las cartas. La mayoría eran recibos del banco, y propaganda, pero uno de aquellos sobres le llamó la atención. Llevaba un curioso membrete, y parecía proceder de un despacho de abogados.

"Qué extraño", pensó. "A estas alturas no creo que me vaya a llegar ninguna herencia, y tampoco tengo ningún asunto legal pendiente. ¿Qué será esto?" Repasó en su mente, intentando encontrar una razón por la que un despacho de abogados tuviera que enviarle una carta. ¿Me habrán puesto una denuncia? ¿Habrán cogido los chicos el coche cuando estuvieron aquí durante los carnavales y habrá pasado algo con el coche? Y mientras se hacía todas estas preguntas, con manos ágiles, a pesar de su edad, abrió presto el sobre para cotillear su contenido. Encontró una extraña carta que le dejó sorprendido:

Estimado Sr. Fernández,

Nos es grato comunicarle que tras haber rehecho la contabilidad de los últimos años, nuestro cliente, que al parecer es un gran amigo suyo aunque hace años que no lo ve, ha detectado un saldo a su favor de 520 horas.

No nos está permitido revelar su nombre, ya que para darle una sorpresa, por ahora prefiere permanecer en el anonimato.

Le emplazamos por tanto a que pase por nuestras oficinas sitas en la calle Luna 33, 11500, El puerto de Santa María. el próximo martes 4 de junio, de 12:00 a 14:00, para formalizar cierta documentación, poder abonarle lo que se le debe y reencontrarse con su amigo.

Atentamente
Francisco Rivera Pastor
Bufete Ortiz abogados

Manuel se quedó pensativo, y miró a su mujer, que ya estaba fregando las tazas del desayuno.
- Carmen, ¿a ti te suena un tal Francisco Rivera?
- ¿A mí? nada de nada, ¿por qué?
- ¿Y el Bufete Ortiz abogados?
- Pues hijo, tampoco...
- No sé, me escriben que me reúna con ellos para pagarme unas horas que me deben... Esto no hay quien lo entienda... ¡Pero si me jubilé hace doce años! tiene que ser un error, alguna equivocación.
- Pues hijo, si es que te van a pagar algo, yo que tú iba... Vete tú a saber de donde vendrá, pero sea lo que sea, siempre viene bien.
- Pero vamos a ver, si desde que nos vinimos a vivir Cádiz cuando me dieron el puesto en el astillero, no he trabajado nada más que para una empresa... y ellos no pueden ser... ¿y porqué el que tiene que pagarme prefiere permanecer en el anonimato? Si fuese amigo mío, no se andaría con tanto misterio. Esto de la carta es un timo seguro...
- Bueno, pero timo o no, tampoco tienes nada que hacer, ni nada que perder, ¿no?, pues date un paseo por si acaso... igual la empresa le facturó algún barco mal a algún cliente... y como tu figurabas en los papeles y saben que tu fuiste el responsable de la construcción han supuesto que tenían que dártelo a tí...¡vete tu a saber!, y no puedes negar que a lo largo de los años sí has hecho amigos entre los clientes de la empresa... vamos, que yo que tú iría...
- ¿Pero no te das cuenta de que esto no tiene ni pies ni cabeza?
- A ver, no todo tiene que ser lógico en esta vida…tú siempre tan racional…Si te da miedo ir solo por si intentan engañarte puedo acompañarte...
- No, mujer no, ¡que me va a dar miedo ir solo a estas alturas de mi vida!...ya chocheas, eh...

El 4 de junio Manuel se puso uno de sus mejores trajes, salió arreglado como un señor, y encaminó sus pasos hacia la dirección que indicaba la extraña carta. Pero su sorpresa al llegar allí, fue que no había ningún despacho de abogados.

Ya se estaba dando la vuelta diciéndose a sí mismo, "si ya sabía yo que esto era un timo..., no se porqué le he hecho caso a Carmen", cuando de pronto vio a su mujer sentada en la terraza de una cafetería frente al número 33 de la calle de la luna.

- Carmen, ¿pero que haces aquí? En el fondo no te fiabas tú tampoco de la carta y has venido como refuerzo, ¿verdad?

- No Manuel, siéntate a tomar algo conmigo... quiero contarte una cosa. En realidad la escribí yo... yo soy el cliente anónimo.

Y mientras hablaba, Carmen hurgó en su bolso, y sacó un pequeño y viejo cuaderno de hojas amarillentas.

Manuel se quedó perplejo...
- Pero, ¿y esto a cuento de que viene?

- Verás, la semana pasada estuve haciendo limpieza en el altillo y encontré esto. Es de hace mil años. Yo pensé que lo había perdido, porque no había vuelto a verlo desde que nos trasladamos desde Madrid. ¿Te acuerdas de cuando empezaste a cortejarme?

- Cómo no me voy a acordar, mujer, fueron años maravillosos para mí

- Pues en aquella época, cuando empezaste a venir a verme y mis padres te dejaban esperando en la calle, yo me dedicaba a anotar en este cuaderno las horas que me esperabas. Te observaba desde detrás de las cortinas, y ponía la fecha, la hora, si parecías contento o enfadado, la ropa que llevabas puesta, y las cosas que pensaba sobre ti… ¡siempre te veía tan guapo, tan atractivo, tan interesante!
He estado haciendo la cuenta, y me estuviste esperando 520 horas a lo largo de 5 años.
No sabía cómo hacerte venir hasta aquí, sin que sospecharas nada... quería darte una sorpresa en nuestro 50 aniversario de bodas... ¿Te acuerdas de este sitio verdad?

Pues sí, ya me parecía que me resultaba familiar la dirección de la carta. Aquí es donde veníamos los domingos a tomar el aperitivo los primeros años de estar aquí.

- Sí, por eso quise darte la sorpresa  aquí... era el lugar más cercano a aquella época. Quería que volvieras a reencontrarte con aquella colegiala de dieciséis años, para agradecerte personalmente las 520 horas que pasaste de pie durante años, delante del portal de mi casa. Sinceramente, creo que la espera mereció la pena. Feliz aniversario Manuel.


- ¡Pues claro que mereció la pena! Feliz aniversario, mi querida Carmen


Una mala idea


Los focos del plató eran realmente molestos. La maquilladora volvió a quitarle el brillo de la frente, mientras una chica extremadamente joven no dejaba de recordarle que bajo ningún concepto se pusiera de pie junto al presentador, que no medía más de metro sesenta y a su lado parecería un llavero. A renglón seguido se reía de forma exagerada, se quedaba callada con la vista perdida, como tratando de recordar algo, y al cabo de un rato volvía a repetir que bajo ningún concepto se pusiera de pie al lado del presentador, que a su lado…Esto no ha sido buena idea, volvió a pensar. Se giró y, entre el público, vio a su mujer y a sus hijas. La productora había exigido que estuvieran presentes. En realidad no lo había exigido, todo había sido mucho más sutil: el precio era uno sin su familia en el público, se multiplicaba por 2 si estaba su mujer, y se multiplicaba por 5 si estaban también las niñas. Y a fin de cuentas todo esto era por dinero, si no tuviera necesidad, de qué se hubiera metido en este berenjenal. Suspiró y cerró los ojos.

Después de aquella noche de hacía ya 20 años, las cosas habían ido de mal en peor: le echaron de su trabajo casi de inmediato y el repudio social le fue aislando, pasaba el día bebiendo y metiéndose en líos, solo lo peor de lo peor le acogió como uno de los suyos. De hecho, la escoria de la ciudad le reverenciaba, y no le costó apenas liderar un grupito que sobrevivía dando palizas, desalojando casas ocupadas y revendiendo entradas en nombre de los ultras del Sevilla, F.C. El colmo fue cuando aquel partido político, nuevo por entonces, le propuso ir como número 3 de las listas por Sevilla en las municipales de 2023. Necesitamos a alguien que represente la opresión del hombre por parte de las feministas radicales, alguien que haya sido acusado injustamente, como tú, y cuya vida se hubiera ido al garete de no ser por gente como nosotros. El colmo no fue ese, en realidad, el colmo fue que saliera elegido, y que ocupara la concejalía de igualdad durante 3 años. Pero la mona aunque se vista de seda…Seguía siendo un desastre, seguía estando completamente roto por dentro, y ahora además tenía dinero y cierta sensación de invulnerabilidad. La cocaína se convirtió en algo cotidiano, rara era la rueda de prensa en la que no aparecía con los ojos rojos y el discurso encendido, para recordarles a todos que la amenaza feminista estaba ahí, acechando, que había cientos, miles de padres divorciados que no podían ver ni un solo día a sus hijos porque esas madres dictadoras se lo impedían. En alguna ocasión ha vuelto a ver aquellas ruedas de prensa y se le cae la cara de vergüenza, qué barbaridades, qué indecencia, qué imbécil…Le encantaría poder borrarlas todas, aniquilar la posibilidad de que en algún momento sus hijas las pudieran ver. Sabe que no es posible, pero confía en que la educación y el cariño con el que las han criado sirva para que las niñas no reconozcan en su padre al hombre desencajado y furibundo que salía escupiendo falsedades en la televisión pública andaluza. Cuando llega a este punto, siempre se pregunta maravillado cómo pudo Kristine fijarse en semejante engendro, cómo pudo ver que allí había más de lo que aparentemente había.

Kristine era noruega, quería escapar de sus frías tierras natales y de un divorcio gélido, y no había nada más opuesto a aquellos paisajes helados y a aquellas gentes desoladoras y herméticas, que Sevilla. Kristine metió toda la ropa que tenía apropiada para un clima como el sevillano en una mochila grande, y con ese equipaje, como una estudiante universitaria haciendo el interrail, se presentó un 16 de marzo en Sevilla. La adaptación fue muy sencilla, pronto encontró trabajo como guía turísitica para nórdicos despistados y todos los días tenía propuestas y planes para conocer la ciudad, visitar una exposición o, simplemente, sentarse en una terraza a tapear y ver pasar las horas entre risas. Una tarde, le convocaron a una manifestación contra el misógino concejal de igualdad, que además había sido condenado por violación comunal a una mujer en las fiestas de Pamplona unos años atrás. Le iban a tirar huevos y harina en el acto de apertura del primer y polémico centro de España de atención al hombre maltratado por violencia de género. Cuando llegaron, sin saber por qué, ella, que había sido feminista radical toda la vida, no fue capaz de tirarle nada: aun antes de que le atacaran, lo único que podía ver era a alguien totalmente indefenso, un niño asustado, un pobre hombre que estaba atrapado en una vida que no quería vivir. No hay forma de definirlo sin usar la palabra flechazo. Se enamoró. La vikinga perdiendo los papeles por el troglodita español que menospreciaba a las mujeres. Cómo hizo para conocerle, vencer su resistencia inicial y seducirle, es una historia que merece mención aparte, y que quizás algún día, probablemente también con focos y dinero de por medio, cuenten juntos. El caso es que le fue cambiando poco a poco, haciendo que se sintiera más y más incómodo con su papel en el ayuntamiento y con sus compañías habituales, hasta que él solito fue dejándolas atrás y renegando de su pasado. Solo entonces accedió a tener hijos con él. Carlota,  y Carmen llegaron con un año de diferencia una de otra, y acabaron de darle por completo la vuelta a su vida: ya solo había un padre abnegado, un padre cariñoso llevando a sus niñas a la guardería, al colegio, un marido respetuoso y atento.

Pero se produjo un hecho curioso: ni unos ni otros entendieron este cambio. Se quedó en tierra de nadie: para sus antiguos compañeros de partido era ahora el peor enemigo, y la sociedad, que no acababa de creérselo, nunca le acabó de aceptar. No encontró trabajo, fueron viviendo como pudieron del sueldo de ella, y poco a poco las estreches económicas empezaron a angustiarles. Y así era como habían terminado en el programa, a pesar de la estoica resistencia de Kristine, el pragmatismo de él había acabado por imponerse. Necesitamos el dinero, Kristine, y esto nos resuelve los próximos 5 años…Pero no, no había sido una buena idea. El volumen de la música ambiente iba aumentando, indicando que se acercaba el comienzo del programa, el presentador, ataviado con pantalón negro y camiseta blanca de rayas, se colocó en medio del escenario, que simulaba un ring. Él estaba sentado en un taburete en una esquina y ella entraría de un momento por la otra. La música subió hasta niveles ensordecedores y, en medio de una bruma artificial, apareció ella. Tan distinta pero aún reconocible. Se le notaba tan asustada como él, o más, y necesitó la ayuda del presentador para subir a su extremo del ring. La música paró de pronto y quedaron los dos frente a frente, a punto de empezar el programa. Se giró para intentar ver a su familia pero la niebla y el público en pie gritándole no le dejaron ver nada. Miró a la que había sido su víctima y se dio cuenta de que los dos estaban llorando. No, definitivamente, aquello no había sido una buena idea.





viernes, 17 de mayo de 2019

NOTA A NOTA

Cayó la noche del lunes y el piano tocó un Do.

Era luna nueva y no se veía ni oía absolutamente nada en la espaciosa sala de conciertos, tan solo el  Do lacónico y solitario se sostenía como suspendido del techo al igual que las enormes lámparas de araña. Solo eso, hasta que un penetrante grito retumbó tan fuerte entre las paredes que hizo vibrar las vidrieras que las adornaban.

La primera víctima.

Regularmente, cada día de la semana con cada nota, algún trabajador o visitante al edificio moría de forma inesperada e inexplicable al sonar una de las notas del piano. Nadie sabía cuando había empezado aquella mortífera efeméride pero lo cierto es que tampoco nadie le ponía fin. 

Sería sencillo sacar el piano fuera del palacio y evitar así que se produjeran más muertes. Podrían incluso destrozarlo en el mismo sitio donde se encontraba, arrancar una a una todas sus teclas, despojarlas de su poder de destrucción e impedir así que con sus resonantes notas se acabase con más vidas. Pero a nadie le interesaba tomar ninguna de aquellas medidas. 

Los días de la semana se sucedieron después del Do con su Re, Mi, Fa, Sol y La hasta que llegó el Domingo que se despertó con la necrológica que anunciaba el fallecimiento del nuevo vigilante de los sótanos que había aparecido sin vida el sábado por la noche.

Todas las noches de los domingos, después de haberse cobrado su suculento peaje de vidas que acompañaban al sonido de cada de una las notas musicales de la escala que sonaban cada día de la semana, aquel demoníaco y despiadado piano hacía las delicias de todos aquellos que lo escuchaban. 

Cientos de personas se aglomeraban en aquel enorme salón para embelesarse con sus acordes, nadie había oído jamás un sonido de semejante pureza, la música que procedía de él parecía venir de otro planeta.

Daba igual quien lo tocara, el piano nunca fallaba. No cometía errores, la secuencia era siempre perfecta. Aquellas frases completas e inmaculadas transportaban las mentes de todos los que las oían a aquellos lugares en los que siempre habían deseado estar, danzando entre sus melodías, besaban a aquellos a los que siempre habían adorado pero que nunca se habían atrevido siquiera a mirar. El piano convertía en realidad sus sueños, las pasiones más profundas y primigenias de los asistentes. Escuchar su fascinante música durante el par de horas que duraban los conciertos era mejor que vivir sus anodinas vidas, aquella experiencia bien valía unas cuantas muertes a la semana.

Aquella velada de domingo fue particularmente sublime, el piano vagó primero a la deriva entre varias piezas familiares para terminar con una composición desconocida y agresiva cuya intensidad fue in crescendo de forma paulatina pero implacable. Los asistentes se levantaron de las sillas extasiados, embrujados por aquella orgía melódica que les conducía a un clímax sensorial del que no podían abstraerse. 

Algunos se desmayaron, otros se taparon los oídos y arrodillaron delante de sus sillas incapaces de asimilar más emociones, otros simplemente se quedaron boquiabiertos mirando al pianista, que como un pelele manejado por un titiritero poseído, hacía mover sus manos y dedos de aquí para allá aporreando con furia unas teclas que parecían a punto de salirse de sus anclajes. 

Las mentes de los que no habían sucumbido al poder de aquel instrumento endemoniado ya no habitaban en sus cerebros, se habían transportado a años luz de donde se encontraban, viajaban más allá de los límites del Universo por áreas donde la oscuridad, la luz, la materia y el vacío son conceptos sin sentido. A través de sus iris se podría apreciar, si alguien hubiera estado en condición de hacerlo en ese instante, una total ausencia de vida e inteligencia. Entes muertos cuyos pensamientos habían superado los límites de la percepción y no eran capaces de encontrar el camino de vuelta a su terrenal existencia.

La música cesó de golpe, bruscamente, con un acorde en Si Mayor grave y profundo que resonó en el salón con la contundencia de un vibrante trueno. El pianista, ahora inerte, con los brazos colgando a sus costados y la barbilla apoyada en el pecho comenzó a inclinarse lentamente hacía atrás, hasta caer al suelo de bruces y quedar tumbado boca arriba mirando a las lámparas de araña con unas pupilas tan dilatadas que el blanco de los ojos había desaparecido por completo.

Poco a poco, uno a uno, volvió a aparecer el brillo en las miradas de la inanimada concurrencia que aún se encontraba en pie. Se oyó una palmada, y después otra y otra más. Todavía absortos pero ya de mente presente, algunos comenzaron tímidamente a aplaudir con ritmo y mayor firmeza, pronto toda la audiencia rugía en aplausos y vítores y aclamaba a un pianista que yacía muerto en el centro del círculo que todos formaban. A nadie parecía importarle aquel siniestro detalle, tanta era la indiferencia mostrada al cadáver que se diría que los asistentes estaban elogiando en realidad al propio piano y no al difunto ejecutor de aquellas imponentes composiciones musicales.

Aquel había sido un domingo memorable. El público, elegantemente vestido como mandaba la ocasión, comenzó a abandonar el lugar ordenadamente, demasiado cautivados todavía para poder compartir la experiencia con el resto. Deseaban llegar a casa e ir a la cama cuanto antes para que los días de la semana siguiente se sucedieran lo más rápidamente posible y les llevaran al domingo para poder disfrutar de otro de aquellos grandiosos conciertos que cada semana que pasaba les transportaban más y más allá.






jueves, 16 de mayo de 2019

Sonata para piano en mi bemol menor

Primer movimiento: Andante

LA última vez que me tocaste fue el ocho de julio. Lo recuerdo perfectamente porque esa fecha es especial para mí. Lo celebro cada año como una fiesta personal, y tu siempre vuelves a casa. Es el día de tu cumpleaños, el día que te conocí. Aquel día te acercaste a mí por primera vez entre tembloroso y emocionado, y cuando posaste tus manos sobre mí, supe que sería tuyo para siempre.

SI dejo de sentir tu tacto, tu voz, tu mirada sobre mí, comienzo a morir... es una muerte lenta, tremendamente dolorosa. Mi cerebro busca la forma de engañar a mi cuerpo, inventa mil y una excusas para justificar tu ausencia, pero el cuerpo no es tonto, siente y acumula la soledad. Ésta se convierte en dolor que se transforma en rabia, y con el tiempo se diluye en tristeza. El cuerpo, en silencio, sabe...

DÓnde estás es una incógnita, la vida te trae a mí y te lleva sin pedir permiso, sin consideración, sin atender a mis deseos ni mis necesidades. Tú vienes y vas, y yo me limito a esperar.

REcuerdo el movimiento de tus manos es esos periodos de ausencia. Siempre comienzas recorriendo mis curvas más cerradas, y así comienza el juego. Percibo enseguida tu estado de ánimo, y se si he de ser dulce o agresivo, si he de ser coqueto o ignorarte. Sé cómo estás, por la forma en que me tocas, tus dedos me dicen si estas alegre o rabioso, si necesitas descargar tu furia en mí, o compartir la serenidad que te inunda solo en contadas ocasiones. No son tus ojos los que me hablan, sino tu voz y tus manos.

MI cuerpo se doblega a tus caricias, y sabe seguirte el ritmo hasta que el movimiento nos acaba fundiendo en uno, y hace que la música inunde mi ser, llevándonos al más profundo éxtasis. Me convierto en ti, siento todo lo que sale de tu alma. Te siento en el sonido que invade el espacio, te siento en el aire, te siento dentro de mí hasta lo más profundo, lo inundas todo... y podría seguir ese ritmo indefinidamente, hasta morir de agotamiento!

FAltan tres días para tu cumpleaños, y sigo sin saber nada de ti. Casi un año ya... Nunca habías tardado tanto en volver a mí. Sé que las giras a veces se alargan y te retienen lejos, y se también que tengo mis luces y mis sombras... A veces te ríes de mí por eso, siempre dices que todo en mí tiene que ser blanco o negro, que no tengo grises... que cuando me tocas, puedes saltar en mí de la claridad más absoluta a la oscuridad más fría. Pero siempre has alabado esa cualidad en mí.

SOLo espero tu regreso...

Segundo movimiento : Allegro

LAte mi corazón "prestissimo" porque sé que hoy voy a volver a verte y estaré contigo una buena temporada. Deslizo mis dedos sobre ti, percibo tu frialdad, proporcional al tiempo que hemos estado separados, pero con mi constancia y mis movimientos, suaves al principio como requiere la delicadeza de tu cuerpo, pero más enérgicos y atrevidos poco a poco, tal como es propio de mi naturaleza, consigo derretir esa capa de hielo pétreo tras la que siempre te encuentro cuando hace tiempo que no nos reunimos. Luego llega el ir desgranando con paciencia, aunque he de reconocer, que a partir de un momento dado, cada vez con más urgencia, todas esas capas que cubren tu ser hasta llegar a tu esencia.

SIento que tras haber superado todos esos mantos protectores, he conseguido llegar a tu centro. Ese momento me hace sentir como uno de esos antiguos exploradores que llegando a tierras desconocidas, y tras arriesgarse en un periplo lleno de peligros inesperados, horadan una tierra virgen en la que descubren el ansiado y esperado tesoro que les impulsó a iniciar su viaje.

DOmino mis impulsos para adecuarme a tu ritmo, y cuando consigo llegar verdaderamente a ti, me fundo contigo, y ya no hay nada en el universo que consiga despegarme de tu lado. El tiempo pasa demasiado rápido cuando estoy en tu mundo, y nadie entiende como puedo aguantar horas y horas trabajando y disfrutando contigo, sin sentir el más mínimo cansancio. No saben... no entienden que en esa fusión, me transmites tu infinita energía que proviene de los pozos más hondos, de los rincones más oscuros, de las naturalezas mas desdichadas, de mil amores fallidos, y de los más profundos dolores y alegrías del alma humana .

REnegando de todo, y exigiendo tiempo para ella, la que menos lo entiende es mi mujer, que al principio soportaba tu presencia como un mal necesario, pero poco a poco comenzó a rechazarla, hasta mostrar un odio descarado. Quizá porque intuía la conexión que hay entre nosotros y que jamás he llegado a tener con ella por mucho que  haya intentado seducirme de mil y una maneras.

Mi mujer, la que presento en sociedad, jamás ha entendido mi necesidad de seguir contigo una vez resueltos los asuntos básicos y cotidianos que nos unen por trabajo. Creo que no podría ni intuir lo que siento...

FAlta pasión en su vida, porque no la hay en su corazón. Es incapaz de trascender el mundo real, ese en el que se mueve la mayoría de la gente, el de los asuntos mundanos, ya sabes,... Me recrimina que vivo en otro mundo, aunque este le reporta una vida fácil y cómoda.

SOLicita mi presencia para los asuntos más absurdos..." Cari, ayúdame a decidir de que color ponemos las cortinas nuevas... te gusta éste blanco roto?" Y el único roto que yo veo es el del sonido que se acaba de paralizar... He intentado acercarla a tu mundo, pero parece una tarea imposible. Creo que lo único que le importa realmente es el dinero que puedo aportarle, o la aparente sensación de poder que le confiere aparecer a mi lado en las fotos de las revistas...

Tercer movimiento: presto

- LA próxima vez te quedas tú de guardia…
- SIlencio! no puedo verlo con vuestra conversación!
- DÓnde lo ubicabas?
- REpite ese último movimiento, ¡vamos! Cuando lo haces reaparece.
- MIra, ahí está.
- FAlta poco para llegar, casi lo tienes.
- SOLo aguanta ahí, lo tengo, lo tengo, creo que podré eliminarlo. Qué sucede, la presión se desploma, de donde sale esa sangre?

- LA mujer está fuera, ¿quién se lo dice?
- SIento mucho comunicarle que su marido acaba de fallecer en el quirófano

Cuarto movimiento: Largo

DÓnde está mi bolso de Vuitton? Hoy tengo que aparecer impecable en la entrevista de la tele. Imagínate, la desconsolada viuda del mejor pianista de este siglo!
REcuerda que a las 6 vienen los de la mudanza.
MI marido no se lo creería...
FAlta poco... sabía que algún día lo conseguiría.
SOLamente espero que arda lentamente.
LA verdad, estaba harta de él. Vaya, está lloviendo...
SÍ, tenía que ser un día así, triste, para llevarle la contraria a la alegría que siento: hoy por fin voy a deshacerme del maldito piano...

miércoles, 15 de mayo de 2019

52 contra 36



Siempre ha sido una batalla desigual, no solo en cuanto a número de efectivos, sino también en cuanto a la importancia y poderío de cada uno de ellos. Cuando todos piensan únicamente en uno de los bandos, y el otro es un mero accesorio, un actor secundario infrautilizado, la derrota se convierte en el pan nuestro de cada día. Cada vez que se levanta la tapa, presentan sus armas y luchan una batalla en un campo desnivelado, en el que por primera vez estar arriba no supone una posición dominante. El agua siempre fluye por el camino más fácil, y es innegable que, mientras unas son intuitivas, directas, casi cristalinas, las otras requieren un requiebro, un escorzo antinatural de la mano para que los dedos busquen su tacto, y esto implica inevitablemente una ralentización de la obra, una sensación de torpeza del interprete poco vistosa y poco agradable al oído, lo cual hace que al final los dedos, como pequeños racistas en la Norteamérica de los años 50, tiendan a evitarlas.

En el siglo XVIII, Otto Schuapertag, un garbanzo negro de la escuela de Salzburgo, discípulo de un discípulo venido a menos de Mozart, se empeñó en escribir hasta treinta y seis obras empleando únicamente componentes del bando perdedor: el fracaso fue tan mayúsculo que Otto no volvió a levantar cabeza y empezó a deambular como un loco por las calles de Salzburgo, gritando en un perfecto austriaco: “¡¡Son 36!! ¿ No lo entienden? No podemos despreciarlas, ¡¡son 36!!” Acabó sus días delirando en un pequeño cuarto que uno de sus antiguos alumnos le cedió, irónicamente situado en el número 36 de la  Gumpendorferstraße.

Y así continuaron, sin pena ni gloria, pasando desapercibidas, y teniendo que soportar que incluso algunos de modelos de piano fabricados a comienzo del siglo XIX se construyeran sin ellas. Pero incluso los perdedores tienen su momento de gloria. Después de años de desprecio y humillaciones, en el año 1830, todas las derrotas y todos los sinsabores, y toda esa mirada altiva desde abajo que tuvieron que soportar durante siglos, se dieron la vuelta: Chopin compuso “Teclas negras”, una obra en la que únicamente suena una nota natural, un Fa natural despistado en el compás número 66, siendo el resto de teclas que toca la mano derecha única y exclusivamente, negras. Una sinfonía en la que sostenidos y bemoles son, por una vez, las estrellas. No es que sea el “Para Elisa” ni nada parecido, pero “Teclas negras” es la reivindicación proletaria de 36 teclas a las que nadie nunca prestó atención, y que por una vez, se convirtieron en estrellas por un día. Las siglas O. S. que Chopin escribió en la esquina superior izquierda son interpretadas por todos los musicólogos como un postrero homenaje a aquel músico austriaco que murió en un cuartucho con las paredes repletas de dibujos maniacos de pequeñas teclas de piano negras.