Silencio
Oscuridad
Habían dejado de lanzar cohetes y ya no caía arena ni piedras del techo.
-¿Mamá?-
Oksana llevaba horas envuelta en una manta llena de polvo en el sótano de la tienda de libros de segunda mano del señor Yakiv. A su madre y a ella les había pillado por sorpresa aquel bombardeo mientras hurgaban entre los restos de la frutería que había al lado, pero antes de que hubieran podido bajar por la escalera que conducía al almacén de la librería para ponerse a salvo, un trozo de metralla había alcanzado a su mamá en la vientre. No había hospital ni ayuda a la que recurrir, y con el tiempo había dejado de gemir y finalmente de respirar.
- Mamá, ¡mamá! - Oksana sacudió gentilmente a su madre que permaneció inmóvil. Hundió la barbilla en el pecho y se agarró la cabeza con ambas manos. Ya no le quedaban más lágrimas, se había pasado todo el tiempo llorando desde que se habían refugiado allí.
- Mamá, no te mueras, por favor.- Sollozó Oksana desconsolada.
¿Qué oportunidades tenía de sobrevivir una niña de once años en medio de aquel caos? Toda su familia se había marchado. Todos, excepto los hombres, su padre y sus tíos que habían tenido que unirse a las milicias de la ciudad. ¿Estarían vivos todavía?
Un ruido procedente de la escalera que daba acceso al almacén erizó los pelos de la pequeña Oksana. Alguien había abierto la trampilla del sótano y bajaba con prudencia por las escaleras.
- ¿Hay alguien ahí? - Dijo una voz en ruso.
Oksana se quedó paralizada por el pánico. Los tanques no habían entrado todavía en la calle, después de cada ataque con proyectiles siempre entraban pero tardaban al menos una hora en hacerlo, no podía ser un soldado ruso, al menos no todavía.
El intruso alcanzó el final de la escalera pero la niña no pudo ver de quien se trataba, todo estaba completamente a oscuras.
-¿Quien eres? ¿Vas a hacerme daño? - Preguntó la niña.
- No, te lo prometo, solo busco un sitio donde esconderme.- Dijo aquella voz, que no era la de un hombre, sino más bien la de un chico joven, un muchacho de quizás dieciocho o veinte años.
- Eres un soldado ¿verdad? -
- Si, bueno, lo era, pero he desertado, no quiero participar en esta guerra. ¿Estás aquí tu sola? -
- No, estoy con mi madre, pero creo que está muerta. La hirieron en el bombardeo.-
El muchacho guardó silencio durante un rato. Después se acercó lentamente hacia el lugar de donde procedía la voz de la pequeña.
- Yo....lo siento mucho - Balbuceó el chico. - Nunca debimos de invadir vuestro país.... lo siento de verdad.-
El soldado depositó su fusil con cuidado en el suelo, se quitó el casco y se sentó junto a la niña. En la penumbra, localizó palpando a ciegas el cuerpo inmóvil de la mujer y suspiró cuando comprobó que no estaba viva.
- Mira, mi división entrará ahora dentro de un rato en este barrio y continuarán hacia el norte. Una vez hayan pasado de largo me marcharé y te dejaré en paz. Te prometo que no te molestaré.-
La niña se encogió de hombros en la oscuridad dando su conformidad, aunque el soldado no pudo verlo. En realidad no quería quedarse sola.
- ¿Puedo entonces quedarme contigo? ¿Cómo te llamas? -
- Mmm.. me llamo Oksana, y si, puedes quedarte aquí.- Dijo con voz temblorosa.
- Gracias Oksana, te prometo que me marcharé en cuanto hayan pasado.- Dijo el chico conteniendo la emoción en su voz.
Un rumor lejano y un temblor intenso empezó a provocar que arenilla y piedrecillas volvieran a caer del techo. La columna rusa se adentraba en la ciudad justo por la calle en la que se encontraban escondidos.
Inmersos en aquella impenetrable oscuridad, aterrorizados por no saber lo que iba a pasar en los siguientes instantes y sobrecogidos por una inmensa tristeza y sensación de soledad, las manos de los dos niños se rozaron sin querer en las tinieblas y se asieron con fuerza cuando el estruendo de las cadenas de los tanques rusos inundó el pequeño sótano.