Sini y Dere no se llevaban bien. Desde que Sini habia aparecido en la vida de Dere, sustituyendo a su hermana Isk, todo había cambiado. La culpa fue de aquel maldito e inesperado accidente. Tras el mismo, el tiempo pareció quedarse en suspenso, flotando en el espacio como una pelusa, o como si el sol agotado de tanta incandescencia, hubiese decidido realizar un retiro sabático a una profunda cueva, poniendo el cartel de cerrado por descanso por un tiempo indefinido.
Santiago no había sido capaz de reaccionar ante la pérdida de Isk. Se maldecía a sí mismo y a aquella fatídica fecha, todos los días y sus correspondientes noches. En aquellos momentos miraba con rabia el espacio que había ocupado Isk, aparentaba preocuparse mucho más por sufrir por lo perdido, que por disfrutar de aquello que estaba a su alcance, y no tenía ojos para Dere, que se mantenía callada y a la espera.
Ella le disculpaba y le entendía... era humano, y ella también echaba de menos a Isk.
La furia que anegaba esos instantes y que hacía que Santiago intentara golpear cualquier objeto con su brazo izquierdo, como si con esos ataques de violencia fuese posible revivir a Isk, y pudiera sacársela de la manga, fue transformándose en una profunda tristeza y en una peligrosa depresión. Y fue a Ana, su mujer, desesperada por hacer revivir a su marido, a quien no se le ocurrió nada mejor para que Santiago superara aquella situación, que insistir en traer a casa a la nueva.
Al principio no tenía nombre,... pero finalmente Santiago le puso uno. Necesitaba hablar con ellas cuando ensayaba, "Vamos Dere, ayúdame, no me hagas esto, no me falles aquí..." así que decidió llamarla Sini, que provenía de "Siniestra", algo que Dere consideraba una funesta premonición.
Dere entendía que las tareas compartidas que debían llevar a cabo entre ambas, eran vitales para Santiago. Era plenamente consciente de que sin ellas, él no podía mantenerse, ni salir de gira ni dar de comer a su familia. Ambas eran imprescindibles para su supervivencia, pero extrañaba a Isk y no soportaba a aquella intrusa con aires de modernidad y que se creía siempre perfecta. Porque sí, tenía que reconocer que Sini tenía una precisión increíble, pero era bastante inexperta, le faltaba tacto, era insensible, y a veces tenía reacciones imprevistas. Pero lo que peor llevaba era que no tenía corazón, y eso hacía de sus tareas algo mecánico y sin vida. A pesar de estas carencias, parecía arreglárselas para darle a Santiago lo que necesitaba.
En un intento por ser tan buena como para llamar su atención, Dere no dejaba de trabajar incluso por las noches... Mientras Santiago dormía, seguía moviéndose para mantenerse ágil, pensando en que Santiago la necesitaba, y que en algún momento reconocería su valor y le demostraría el aprecio que ella precisaba. Soñaba con ese momento de gloria, en el que Santiago dejaría de prestar plena atención a Sini, miraría a Dere y reconocería que no podía vivir sin ella. Desde que Sini había llegado a sus vidas, Santiago no hacía otra cosa que estar pendiente de ella, a pesar de su rechazo inicial a que se integrase en la familia y de que Dere intuía una extraña relación de amor y odio entre ellos, que no acababa de comprender.
Y aunque Dere seguía durmiendo en la misma cama, con el matrimonio, y Sini lo hacía en un cajón, en el suelo, ella sabía que aquello no era por falta de cariño a Sini ni mucho menos, sino por protegerla y cuidarla. No querían aplastarla sin querer, era demasiado valiosa...
Lo que Dere no sabía, era que si Santiago no la miraba, no era porque la ignorase, sino porque así la sentía más y además le daba miedo mirarla. Era absolutamente consciente de hasta qué punto dependía de ella. Temía tanto perderla, como ocurrió con Isk, que creía que ignorándola con la vista, evitaba invocar a la muerte. Tenía tan poca confianza en la vida tras su accidente, que no quería dar pistas sobre lo que realmente le importaba, para que no se lo arrebataran. Pensaba que si le prestaba atención, podía convocar algún tipo de maldición sobre ella. En el pasado, se vanagloriaba ante sus colegas de profesión de las capacidades de Isk, e interpretó su pérdida como una especie de castigo divino por presumir de ella ante los demás, así que ahora no quería llamar la atención sobre Dere.
Santiago ponía todo su corazón, su capacidad de expresarse y de transmitir en Dere, algo que no podía confiar a Sini por muy perfecta que fuese. Si antes su alma se repartía entre Dere e Isk, ahora todo tenía que volcarlo en Dere, no podía entregarle nada a Sini.
Santiago era pianista, y ahora solo disponía de su mano derecha para poder intepretar. Cuando perdió su mano izquierda se sintió morir, era el segundo mejor pianista del momento y confiaba en alcanzar en breve el preciado primer puesto pasando a la historia como el mejor pianista del siglo. Tenía una larga carrera por delante, pero todo cambió el día del atropello.
- Santi, ¿cómo vas con la nueva mano?
- Ana, estoy acabado, jamás volveré a alcanzar el nivel que tenía... Dere es magnífica, va sola, pero no puedo interpretar lo que quiero con Sini... no conoce los intervalos ni las cadencias, necesito reaprenderlo todo con ella... me paso el día repitiendo movimientos y adaptándome a ella, podría practicar años, pero jamás alcanzará la categoría ni el virtuosismo de Dere...
- Bueno, hoy hablé con el doctor Villalta y me ha dicho que ya hay una nueva versión de Sini que al parecer tiene tacto, quizá con esa...
Cuando Dere escuchó esta conversación, no pudo evitar emocionarse al comprender al fin lo que ella interpretaba como un rechazo. En el siguiente ensayo le demostraría a Santiago que podía seguir confiando en ella, pero no dejó de preocuparse ante la llegada de Sini.2...