Todo es blanco...Hago mi ruta habitual de paseo, y me
encuentro con un paisaje desconocido. Los límites de los caminos han
desaparecido, y tan solo hay una nívea capa que lo unifica todo, como para
indicar el final... como en las películas antiguas, pero esta vez, en lugar de
"fundido en negro", es "fundido en blanco". Iguala aceras,
carreteras, caminos y senderos, y lo que antes era un parque, se ha convertido
en una extensión infinita sin principio ni fin...¿Será el final de esta
dichosa pandemia?
En realidad, a mí me da igual, no me importa si esto es la terminación de algo, o el comienzo de otra historia. He decidido vivir en presente, y
por eso aprovechando un paseo con unos amigos por la zona que solemos
frecuentar, ahora tan irreconocible y extraña, he decidido echarme unos camaradas
al hombro, por si acaso cumplo un sueño... Me acompañan desde hace 20 años, son
ya mayores, pero son cómodos, y hasta ahora no me han fallado. Una debe soñar,
sí, pero como buena capricornio, sé que como dice el refrán, "A Dios
rezando, y con el mazo dando", así que una debe poner un poquito de su
parte, para poder aprovechar las circunstancias cuando se presentan.
Casi puedo identificarme con los exploradores polares, con
esos valientes que se lanzan a andar por un paisaje desolado, donde parece no
existir la vida, arrastrando un trineo con víveres y los utensilios más
esenciales para la supervivencia... pero no es igual, yo sé que esta noche dormiré en mi cama
calentita... y no tendré que enfrentarme con la áspera visita de una dubitativa
noche sobre ese horizonte infinito y vacío, unida a un crepúsculo eterno. Pero
aún así, un pinchazo de emoción se me agarra al estómago... estoy excitada. ¡Presiento
que hoy puede suceder algo grande!
Llegamos al lago. Está helado tal como me imaginaba... Lo
que no habría sospechado era que me impresionaría tanto... Los patos y las ocas
han desaparecido de su superficie, están todos fuera agrupados en los pocos
espacios en los que la capa de nieve se ha ido fundiendo, buscando algo que
llevare al pico. Así que toda la vida que suele bullir en su interior se ha
volatilizado, y el lago fundiéndose con el resto del paisaje, parece una tumba...
Espero que no la mía, aunque no me importaría reposar en un lugar con esta paz.
Supongo que a los exploradores se les pasará también algo así por la cabeza. Se
juegan la vida cuando se lanzan a ese blanco... Son conscientes de que pueden
perderla, y de que van a sufrir físicamente, pero aún así, ahí van. Yo no poseo
la fortaleza física necesaria para algo así, pero puedo imaginarme el viaje, y
si estuviera en su piel, creo que preferiría morir allí, en esa tumba gélida,
siguiendo una visión o luchando por ver cumplido un sueño, que en cualquier
otra parte.
Distingo distintos tonos en los témpanos teñidos de blanco,
supongo que por el diferente grosor de las capas congeladas. En los bordes hay
manchas oscuras, que parecen extenderse hacia el interior, siguiendo extrañas
sendas como las congeladas venas de ese gigantesco monstruo en el que se ha
convertido el lago. Pero llega un punto en el que desaparecen, y solo queda el
hielo blanco y opaco, que esconde lo que hay en el fondo. Como si ni siquiera
la sustancia que da vida a ese magnífico y efímero espécimen, pudiese llegar a
su corazón. Tal es el aliento del lago helado. ¿Me permitirá ese indómito ser que
lo monte?
Me siento sobre una bolsa de plástico que llevaba preparada,
y me calzo mis patines. Y mientras voy apretando los cordones, mis amigos,
cuando se percatan de lo que estoy haciendo, comienzan a decirme que estoy
loca, que no sabemos cual es el grosor de la capa de hielo, que no sabemos si
soportará mi peso, que si he traído una muda para cambiarme... que ni se me
ocurra meterme dentro, que si el hielo cede, ¿como van a sacarme...? "¡Loca!
¡Quítate ahora mismo los patines!!!"
Pero este es mi sueño. He patinado durante muchos años, y
más de una vez me he dicho que debe ser fantástico hacerlo sobre un lago
helado, en plena naturaleza, y jamás había tenido la ocasión... Nunca he podido
viajar, y en mi latitud esto es impensable, ¿cómo no voy a aprovechar esta
oportunidad?
"Soy menuda, no peso mucho, seguro que aguanta..."
me digo más por tranquilizarme a mi misma, que para acallar a mis amigos.
Y me lanzo... me pongo mis cascos, para no oír las protestas
de los que se quedan atrás, en la orilla, y comienzo a patinar por el lago. Al
principio solo siguiendo el borde, por si no aguanta y acabo zambullida en esas
aguas glaciales e indiferentes... Pero voy observando con cautela, y creo que
la capa es mas gorda cuanto más te adentras por su superficie, así que aún con
los nervios en el estómago, y guiada por una excitación que no puedo contener,
porque creo que aguantará mi peso, pero realmente no sé si lo hará, comienzo a
patinar despacio, con parsimonia, con delicadeza, casi acariciando el lago con
mis pies, como si fuera un enorme dragón dormido al que hay que calmar para que
no despierte y te engulla... le acaricio, y le canto bajito la melodía que oigo
en los cascos, casi en un susurro, como si lo que escucho fuera una nana, para
transmitirle la paz que me da esta música, y que así siga soñando con los
cielos que surca, mientras paso mis pies por su piel. Y me dejo llevar por la
música que escucho, ahora piezas de piano de Ludovico Einaudi. Y comienzo a
deslizarme siguiendo el ritmo de la música, una cadencia lenta y continua. Me
imagino como voy recorriendo su lomo, y como vuelvo hasta su cabeza explorando
su espina dorsal, rozándole apenas, casi de puntillas,... y vuelta, siguiendo
el ritmo de la música, haciendo giros muy amplios, para que no sean bruscos,
para abarcar toda la piel de ese magnífico ser...
Siento el viento en mi cara,
y respiro hondo siguiendo el compás de la música, el ritmo de mis pies, la
cadencia del movimiento de mi cuerpo, y poco a poco entro en un mundo
diferente... se abre una puerta desconocida, y mis pies siguen rozando esa piel
resbaladiza y esquiva, esa seda pulida y delicada, con dulzura. Y de pronto me
doy cuenta de que han desaparecido los nervios y la excitación, y algo
diferente comienza a inundarme, lo que siento es otra cosa... me estoy
fundiendo con el lago, con ese organismo que desde fuera parece muerto, pero
que siento muy vivo, reposando y latiendo bajo mis pies. He dejado de cantar,
la música no es algo que sale de mis labios, porque ¡qué gran sorpresa, me he
convertido también en la música...!
Sigo sintiendo el movimiento, y yo ya no soy yo... soy el
lago, soy la música, soy el dragón dormido, me desbordo por los contornos del lago y abarco toda esa
blancura, sin saber donde están los límites, me fundo en ese líquido congelado
e inmutable hasta sus mayores profundidades, palpito con sus latidos, que
también son los de la música, y me elevo con el viento girando en una
interminable térmica... Soy todo el paisaje, y la naturaleza entera...