Hasta un determinado momento, prevaleció la teoría de la evolución. Los hombres se fueron adaptando a lo largo de los siglos a las condiciones que la naturaleza les iba ofreciendo, aprendiendo a cazar, a cultivar, a protegerse de las bestias, a construir poblados, a protegerse unos a otros, arañando, décima a décima, un poquito de esperanza de vida, perpetuándose, teniendo hijos e hijas cada vez más sanos, más fuertes, más resistentes, más altos...
El homo sapiens llegó a acostumbrarse a vivir 100 años con naturalidad, sin aspavientos, como si fuese lo que tenía que pasar, como si fuese la evolución normal...Pero, con todo lo listo que llegó a ser el homo sapiens, ninguno de ellos supo explicar lo que empezó a pasar a partir del 2.047. Al principio, nadie se dio cuenta. No fue un gran cambio drástico, pero con el paso de los años, al repasar las estadísticas (cuando aún había estadísticas), se observa claramente cómo a partir de ese año comienza un suave pero constante declive de la esperanza de vida, sin grandes epidemias ni guerras. No fue hasta el año 2.073 cuando el doctor Franz Pfisch acuñó el término de homo destructor. La teoría, simple pero revolucionaria en su momento, consistía, básicamente, en que el ser humano se había olvidado de cómo vivir, y que todas las decisiones que se tomaban de forma innata y conducían a la supervivencia, de repente eran decisiones erróneas que acababan en muertes prematuras. Se desaprendió a vivir en sociedad, y los nuevos comportamientos y modos de vida provocaron un flujo migratorio inverso, de las ciudades al campo, porque la gente era cada vez menos capaz de vivir en sociedad.
En 2.120, ya no quedaba ninguna ciudad de más de 10.000 habitantes en la Tierra, y el ambiente en las que quedaban era irrespirable. Ya nadie hablaba de homo destructor, porque no había ni doctores ni universidades ni libros, el saber ya no importaba a nadie porque la cuestión ya no era evolucionar y sobrevivir, para la senda de aniquilación por la que se despeñaba la humanidad, lo que mejor encajaba era la estupidez y la mezquindad. El mundo seguí girando 5 ºC más caliente que en 2020, pero no era eso lo que estaba acabando con la humanidad, sino su propia desidia.
Desaparecido ya cualquier instinto de supervivencia, se llegó al fin al momento en qe ya solo quedaron un hombre y una mujer, dos personas como dos bandos enfrentados a muerte. El anti-Adán y la anti-Eva, el último hombre y la última mujer, abocados a destruirse, a que solo quedara uno, lo cual acabaría implicando, irremediablemente, que al final no quedara ninguno.
Después de muchos años buscándose por un mundo desierto, finalmente una mañana soleada y fría de marzo, se vislumbraron el uno al otro, a lo lejos, en una playa de la costa atlántica del país que muchos años antes se había llamado Portugal. Comenzaron entonces una carrera frenética en dirección el uno al otro, gritando desbocados, histéricos, dispuestos a chocar de forma terrible el uno con el otro, cabeza contra cabeza, para acabar de una vez por todas con el homo destructor.
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