La parte de su fusil que
tocaba su cara le hacía sentir como sí su mandíbula estuviese adormecida por el frio y eso
que entre su piel y el acero había un trozo de lana. El olor penetrante a
grasa, acero y pólvora propio de las armas de fuego, le resultaba agradable.
Estaba sentado sobre una caja
de munición vacía cerca de la lumbre que chisporroteaba y dibujaba sombras y
luces en la trinchera, mirando al puchero a ver si hervía de una vez para poder
tomar otro tazón de eso a lo que todos llamaban café. Su mirada a cada instante
se nublaba por las lágrimas que le producía el frio.
Esa noche todo estaba
tranquilo, alguna bala perdida a la que ni se le prestaba atención, amenizada
por las coplas flamencas y desgarradas del "Cabrero", ...todas
hablaban del duro trabajo en el campo, del poder y la justicia, del amor por
encima de lo material. Recordaba, Pedro, cuando aquel miembro de la Compañía
Lincoln les decía en un español primario: "Esa musico,....está parecida a
sing, of grandmother"... gracias a George, un inglés, que actuaba de
traductor, que les explicó que Washington, se refería a unas canciones que
contaban historias de esclavos y que se conocía como Blues, curiosa analogía,
pensó Pedro, aunque su decepción de todo, no le invito a compartir su
pensamiento con aquel chico "moreno" que enterraron a la orilla del
Jarama...
Con la mano entumecida por el
frio, se abrió el bolsillo de la chaqueta y sacó, el papel apergaminado, que
por la mañana había recogido junto con los objetos personales de Manuel. Que no
había muerto ni por una bayoneta, ni por una granada...ni siquiera por una bala
perdida...Manuel se había muerto de frio...su gesto recordaba al de un pajarito
dormido. Manuel había estado junto a él, desde los comienzos de esta maldita
guerra, eran amigos desde pequeños y conocía perfectamente a sus padres, la
señora Otilia y el señor Doroteo que tenían una panadería al lado de la
lechería y Manuel siempre compartía su merienda con él.
El viento aullaba bramidos que
llenaban la trinchera de nieve y que incluso le cubrían a él de trocitos de
escarcha que acababan deshaciéndose y convirtiéndose en gotas de agua al
contacto de su ropa.
Por enésima vez ese día, volvía
a releer esa carta destinada a los padres de Manuel, la carta que el día antes
de morir su amigo, les había escrito, como siempre, contándoles lo bien que
comían, que aunque en este dichoso Teruel hacía mucho frio, que ellos estaban
bien, tenían ropa de abrigo y leña y que tampoco era para tanto...a todo se
hace uno...que tuviesen esperanza, que las potencias europeas estaban a punto
de intervenir, que era cuestión de tiempo que se volviesen a ver y que acabase
esta maldita guerra...mentiras piadosas, que sin duda Manuel pensaba que a su
madre le ayudarían a estar mejor...
En este punto Pedro, tuvo que
parar de leer y limpiarse los ojos de lágrimas, cuando después de frotarse los
ojos cogió el tazón que le ofrecía Juan Matías, que mirándole a los ojos
endurecía el gesto y no dijo nada.
El primer sorbo debería de
haberle hecho rechazar aquel caldo oscuro, pero tenía los labios tan
insensibles que solo sintió el calor cuando ya el "café" estaba en su
boca, sintió como se le abrasaba la garganta, pero la sensación de calor era
tan placentera que siguió bebiendo a sorbos de gorrión...tratando de disfrutar
la sensación confortable que notó que le ascendía el ánimo...
Una vez ingirió como un tercio
de su tazón se reclino hacia atrás apoyando la "chepa" en el talud de
la trinchera quedando su cabeza como inerte...fue cuando se trasladó a la
verbena de San juan de 1.936, en la que se hicieron novios, que guapa estaba
con su vestido de lunares...esa noche en la que bailando con la orquesta,
prometieron no olvidarse,...no saber nada de ella, desde que empezó todo esto,
le atormentaba, la idea de que ella pudiera estar sintiendo frio, pasando
hambre...o que hubiese quedado debajo de los escombros de algún bombardeo...le
producía una sensación de rabia que ya había logrado controlar...aunque fuese
como una gota de hierro fundido goteando sobre su pie descalzo.
De repente, se sorprendió
mirando a las estrellas que, aunque la luna llena aplacaba su brillo se notaba
el fulgor que emitían por el efecto del frio...busco su estrella, la que esa
noche se prometieron y se dieron como su lugar común, el sitio donde siempre
que la mirasen estarían los dos, en otro mundo...pero a su lado...
La visión de la luna llena le
trajo a su memoria el dicho de Suso: " La nieve de la luna de octubre, siete
lunas cubren"...sentido que no comprendió hasta que comprobó por sí mismo
que fuera de Madrid y hacia el norte, nieva y nieva más de una vez al mes y que
siempre coinciden temporales con la luna llena. Suso era un soriano que llevaba
desde que empezó la guerra sin ir por su pueblo, que había quedado en la otra
zona. Era primario y franco en sus expresiones, fiel y buen amigo, siempre
compartía el tabaco o lo que fuese capaz de cazar, era un experto tirador, ya
que en su pueblo salir a tirarle a un ciervo o a un corzo en las tierras del marqués,
era casi una obligación.
El ya no pensaba en ganar esta
guerra, solo quería que terminase y si ganaban ellos, marcharse lejos, a
Estados Unidos por lo menos, lejos, muy lejos...de esta tierra sin perdón, que
como les leía el maestro en la escuela, decía Antonio Machado: " ..., por
donde cruza errante, la sombra de Caín".
Ya ni siquiera tenía claro que
Francia e Inglaterra fuesen a intervenir, hacía tiempo que se habían puesto de
perfil para no ofender a Hitler y con suerte este les ignorase y les dejase
fuera de sus planes...
Un periodista americano
borracho como una cuba, hace unas noches en la taberna lo definió en un
correcto español: "Francia e Inglaterra incluso USA, deberían de
preguntarse por quién doblan las campanas..., sin duda las campanas doblan por
ellos...son los siguientes..."...este tal Ernest, era por lo visto un
conocido escritor en su país pero decepcionado y convencido de que el hombre es
malo para el hombre, el creía en el género humano, pero que todo lo estropean
las leyes y la codicia que también son muy humanas...quizás este análisis tan
simple y que a la vez simplificaba todo a que no había solución, le empujaban a
beber hasta caerse desplomado, a no pensar en mañana...
No obstante a Pedro, le gustaba
pasar ratos con él, aunque siempre llevaba a su alrededor una cohorte de
palmeros, que cantaban, reían, bebían y adulaban al son de los dólares...Pedro,
tenía la certeza de que Ernest distinguía el interés sincero sin ningún tipo de
motivación material, a Pedro le gustaba escuchar las cada vez más escasas
reflexiones filosóficas que el "yanqui" hacia entre trago y
copla...la última vez que se vieron, hace cuatro noches se despidieron
tambaleándose al son de los vapores del alcohol, abrazándose y prometiéndose
asistir juntos a San Fermín, cuando todo esto acabase...y hubiesen ahorcado a
los generales...my friend, my brother, fue lo último que escucho de
Ernest...después se separaron en direcciones contrarias....a los 10 metros
Ernest se giró hacia Pedro...gritando su nombre levantando el puño izquierdo en
alto y abrazando a una de las muchachas con el otro...los dos sonrieron se
giraron, continuando cada uno en su dirección...
A Pedro se le planteaba un
dilema, enviarles o no a los padres de Manuel, su última carta, si lo iba hacer
tenía que hacerlo antes de que les llegase la noticia de su muerte, si
contarles como había muerto Manuel o dejarlo estar, con el estilo epistolar que
recibirían sus padres, atribuyendo a Manuel cualidades sin igual en el fiero
combate...Pedro sabía que si los padres de Manuel descubrían que había muerto congelado, la noticia seria aún
más desgarradora, si cabe...
Lo más duro, era lo que
relataba Manuel a su madre, hecho que sucedió hacia tres noches y que sin duda
perturbó la mente de este y quizás le hizo entrar en estado inerte durante su
guardia...y morirse helado.
Relataba Manuel, que, estando
de guardia, hubo una de las múltiples escaramuzas que hacían ellos y los otros,
con objeto de hacer escuchas de trinchera a trinchera, fue la noche antes de la
nevada, la noche estaba cerrada y no había tanta luz como hoy que se refleja la
luna en la nieve y parece que han iluminado la tierra con un color que por un
momento hace pensar que nadie quiere matar a nadie, que todo es mentira...que
no puede ser...proseguía Manuel, de repente me percate de que había un bulto
sospechoso a pocos metros de mí, pedí el santo y seña y cuando el otro se vio
acosado, su reacción fue atacarle con la bayoneta calada, en ese momento,
Manuel que ya lo tenía encañonado...disparo...la noche se ilumino y con ella el
rostro de aquel infeliz...¿sabe madre a quien mate?...era mi amigo José,
compañero de la escuela...con quien tanto yo jugué...